Quiero empezar este punto advirtiendo al lector sobre sus prejuicios. En algunas ocasiones es complicado justificar su actitud, pero no por ello debemos condenarlas de antemano sin intentar comprenderlas. Digo en defensa de las hadas que cuando analicemos su conducta, lo hagamos con la mente abierta y pensando desde su punto de vista, porque entonces comprenderemos mejor su mundo. Si juzgamos el bien y el mal según la óptica del hombre no entenderemos nada, porque ellas tienen sus propios motivos y una moralidad distinta.
Las hadas, como el resto de los seres féericos, son alegres, vitalistas, bromistas y juguetones. Lo complicado es entender para los hombres lo que ellos consideran broma, porque lo que para ellos es una broma divertida, para nosotros puede ser una broma de muy mal gusto. En estos casos nos es difícil entender los motivos de sus bromas pesadas.
Antes de contaros lo que le pasó a este viejo charlatán, debo aclarar que hacía varios años que Shaun-Mor había tomado por costumbre contar mentiras sobre las hadas. A éstas no les gustaba mucho estas historias, pero habían aceptado con resignación los cuentos de viejo chiflado. Todo empezó una noche en la taberna, cuando contó que una mañana se encontró unas hadas cargando sacos en un almacén y se había puesto a ayudarlas. Desde entonces cada noche contaba una historia. Hablaba a los presentes de sus costumbres que, según él, conocía perfectamente, contaba anécdotas, incluso llegó a afirmar que era tal la amistad con ellas que le estaban enseñando sus poderes. Y poco a poco fue añadiendo detalles a sus relatos.
Pero una noche, no se sabe si porque las hadas estaban de peor humor o estaban hartas de tanta mentira, decidieron gastarle una broma. Y no era para menos. Allí, en la taberna, rodeado de borrachos, el viejo atraía la atención de todos contando que las hadas le estaban enseñando sus secretos y ahora era tan sabio como ellas.
El viejo Shaun-Mor representaba todo lo que ellas odiaban: las mentiras, la prepotencia, la altanería, y muy ofendidas se pusieron manos a la obra.
Ya había abandonado el viejo la taberna cuando miró confundido la ciudad. Un ancho río atravesaba de izquierda a derecha su casa y no podía cruzar. No sabía qué pensar, pero empezó a sentir mucho miedo. De pronto a su espalda oyó un fuerte batir de alas. Se volvió y encontró ante él una enorme águila que le miraba.
- Sube a mi espalda- le dijo- y te llevaré donde quieras.
Y sintió el anciano cómo se elevaba del suelo sobre su espalda y ascendía cada vez más rápido. Cerró los ojos para evitar el mareo que empezaba a notar en su barriga, y minutos después sentía cómo aterrizaban. Abrió los ojos y vio asustado algo que parecía el pico de una alta montaña, pero como si estuviera al revés, porque no encontraba la falda de la montaña.
- ¿Qué hacemos aquí? Llévame a mi casa.
- Yo he cumplido con mi parte. Grita un poco y verás cómo vienen tus amiguitas las hadas a ayudarte- y desapareció.
Miraba la montaña intentando saber cómo escapar de allí, cuando se abrió una roca y empezó a resbalar. Shaun-Mor gritaba de nuevo mientras trataba de agarrarse a cualquier desnivel del terreno. De pronto, frenó en seco al sujetarse a un pico fuertemente. Sus pies colgaban y, por si acaso, no se atrevía a mirar para abajo.
- ¿No te da vergüenza estar ahí colgado, Shaun-Mor? - le preguntó el jefe de una bandada de gansos que volaban cerca de él.- ¿No crees que ya has bebido suficiente por hoy?
- No me dejes solo, amigo. Ha sido una broma de las hadas. Ayúdame y te estaré eternamente agradecido.
Y se agarró como pudo a una de sus patas mientras sentía que el vértigo aumentaba de nuevo. Entonces, un golpe brusco le hizo volver en sí. Antes de poder abrir los ojos un cubo de agua fría mojaba su cara.
- Amada mía, ¿por qué me tiras ese cubo? Así recibes a tu marido.
- ¿Que si así lo recibo?¿Tú crees que estas son horas de llegar y en ese estado? No debería ni mirarte, a saber qué has estado haciendo. Entra, anda.
- Que no, mujer, que han sido las hadas
- Sí, sí, las hadas, como si no te conociera.
Y entró en casa dándole la espalda. Dicen que esa noche el viejo Shaun-Mor contó a su mujer una historia sobre unas hadas perversas que le habían llevado a la luna y que gracias a una bandada de gansos estaba de nuevo en casa, pero, ¿quién iba a creer a un viejo borracho? Y ya nunca más volvió a contar historias.
El que sean alegres y vitalistas, no quere decir que no puedan estar tristes, sentir dolor o, incluso, morir de amor. Dicen que la Asrai gemía mientras que el pescador la llevaba a la orilla y, si no, pensemos en la ninfa Calipso, que murió de tristeza por la marcha de su amor.
Hay una idea muy extendida, para mí errónea, que sostiene que, como las hadas no tienen alma, no piensan ni sienten profundamente. Puede ser que piensen menos, o que se sobrepongan a las penas antes que nosotros, pero, ¿debemos por eso decir que no piensan o no sufren? No lo sé. No sé si tienen alma, pero parece que no, al menos individual, pero no por ello negaré que no conocen el dolor o los sentimientos, aunque todo sea de un modo más débil que el nuestro. No discuto que su pensamiento sea más simple o limitado, pero, ¿por ello debemos afirmar que no sufren? En muchas historias de matrimonio entre hadas y mortales, vemos cómo se pueden enamorar de verdad y sufrir de amor, y también sufren cuando se tienen que separar de sus hijos y abandonan al marido.
Tampoco hay que pensar en unos seres ideales, alegres y bondadosos. Las hadas conocen la venganza, y bien que la utilizan, y conocen el odio y saben defenderse muy bien de los ataques humanos. También es cierto que en principio, sin motivo, no son seres dañinos con el hombre, al menos la mayoría. El problema surge cuando analizamos sus motivos. Para un hombre ir de caza y matar a un venado, no es motivo de ataque, pero para ellas, que protegen sus animalitos, éste puede ser un motivo incluso de muerte, dependiendo del mal humor de las hadas.
Voy a poner algunos ejemplos:
Un hombre va de caza y entra en un bosque protegido por hadas, ¿qué harían las hadas?
Si es una Vila, que son más severas, intentará primero alejar al hombre del bosque a cualquier precio. Si el hombre logra superar todos los obstáculos, que serán muchos y peligrosos, y llega a disparar a un animal, la Vila se vengará y le provocará un gran daño, pudiendo incluso matarlo.
La Seligen también protegen sus animalitos, pero tienen un corazón bondadoso. Si el hombre dispara al animal, la Seligen utilizará toda su astucia para que no le mate, moverá la escopeta para que yerre el disparo, o hará que se doble como si fuera plastilina.
¿Pero son peores por ello las Vile? Parece ser que las hadas tienen una gran intuición, y conocen mejor que nosotros mismos nuestras intenciones. Si una Vila reconoce a un hombre de buen corazón le ayudará, y dicen que a las personas sencillas del campo les ayuda en la siembra. Si una Vila se venga de este modo es porque ha visto la maldad en el corazón, y eso no lo perdona.
Como vemos no podemos generalizar sobre la bondad o maldad de las hadas. Hay hadas que por naturaleza son bondadosas e intentarán ayudar al hombre, como las anjanas, las damas blancas, las hadas madrinas, etc. Otras, sin embargo, no es necesario que el hombre le dé muchos motivos para hacerle daño, como las mujeres del Río, que si están las aguas un poco revueltas, corres gran peligro de que estén de mal humor y te ahoguen.
Sin embargo, sí parece que hay algunos patrones en su conducta, ciertos valores que ellas defienden y que castigan si no los cumples.
En su escala de valores, el respeto por la intimidad, la generosidad, el trato respetuoso, la nobleza de corazón y la limpieza son para ellas grandes valores. Por el contrario atacan con severidad el egoísmo, la brusquedad, el mal genio, la mezquindad, la suciedad y los malos modales. Y prefieren la alegría a la tristeza.
En algunos relatos el eje central de la historia es el respeto por la intimidad. En éstos el castigo del mortal llega porque un hombre se pone a curiosear en una fiesta de las hadas, o porque las mira mientras se bañan. Para ellas éste es un motivo más que justificado de castigo. Si a una Lamia te atreves a observarla mientras te bañas, tienes tres días para casarte con ella. Si no lo cumples, la ley de las hadas caerá sobre ti matándote.
La generosidad es otro de sus grandes valores. Valoran si un mortal por la noche, al acostarse, les deja comida, un vaso de leche o vino, también aprecian que al recoger fruta del bosque no se coja toda la fruta, sino que dejemos algo para ellas en el árbol. Si un hombre actúa así, tendrá una racha de suerte inesperada. Si puedes, y te recompensarán por ello, deja cada noche tu balcón limpio para que entren sin mancharse, y en la mesa del salón pon un vaso de leche, un vaso de agua, pan y queso. Es inimaginable la alegría de las hadas. El vaso de agua limpia, aunque parezca una tontería, para ellas es muy importante, porque con esa agua limpia pueden lavar a sus bebés.
A veces ponen a prueba la generosidad y la caridad de los mortales, haciéndose pasar por viejecitos que les piden comida o bebida por el camino. Si el mortal se muestra generoso aún más generosas serán ellas en la recompensa, porque premian el buen corazón de las gentes.